martes, 9 de septiembre de 2008

Pueblo iraní atrapado en una doble vida, Capítulo 2


El país de la censura

Visité Irán por primera vez en 2005. Tiempo después tomé la decisión de trasladarme a vivir a este país por un tiempo. Era la única manera de comprender cómo funciona esta sociedad, sobre la que llevaba estudiando ya algunos años, tan complicada, que los mismos iraníes reconocen no entender. Desde entonces tenía claro que me matricularía en una universidad para estudiar persa, una de las pocas maneras que tiene un extranjero para permanecer en el país por largo tiempo, y así aprendería de la cultura por medio del idioma.


Al final lo hice, a pesar de que tuve que instalarme en Teherán. Esa megaciudad de 14 millones de habitantes que tanto había odiado en mi primera visita por el tráfico imposible, por el desorden, porque los colores beige y gris de sus fachadas la convierten en una ciudad muy triste, y por la polución que apenas deja respirar.

Al llegar de nuevo a Irán, en octubre de 2007, no pasó mucho tiempo antes de darme cuenta de que las cosas ya no eran iguales. Lo primero que noté fueron las nuevas restricciones, al menos para vestir. A los pocos días de estar viviendo en Teherán me detuvo en la calle la policía encargada de controlar los comportamientos islámicos —le dicen fashion police— por llevar una gabardina roja. Era larga y no dejaba ver ninguna de las curvas de mi cuerpo, pero aun así era impúdica, por su color.



Yo sabía que no era el color adecuado, y mucho menos en otoño e invierno cuando la gente usa abrigos oscuros, pero no estaba dispuesta a dejarme encerrar en ese negro infinito que cubre a la mayoría de las mujeres en la república islámica. El negro es un color que toma otra dimensión cuando se vive en Irán: pasa a ser un color que representa el encierro y la tristeza. En aquel momento me dejaron libre porque era extranjera y porque se sintieron incapaces de comunicarse conmigo, ya que mi persa era casi inexistente.

Los movimientos sociales estaban más controlados que en otros momentos, muchas organizaciones no gubernamentales habían tenido que cerrar y los libros y las películas, se censuraban fuertemente. . En Irán cada vez que se va a publicar un libro —y cada una de sus reediciones— tiene que recibir un permiso del Ministerio de Cultura y Guianza Islámica; lo mismo pasa con las películas, ya que primero se autoriza el guión y luego, cuando está finalizada, tiene que recibir una nueva autorización para ser proyectada.

Video: Mujeres Iraníes

Fotografías tomadas de las páginas respectivamente:
http://vientodelsur.files.wordpress.com/2008/04/teheran.jpg http://vientodelsur.files.wordpress.com/2008/04/mujeres-iran.jpg

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